Ven.
Acércate. Justo aquí donde mis ojos se confunden con los tuyos.
Desnúdame.
Recorre mi cuello con besos de fuego,
sigue por mi pecho hasta llegar a mi ombligo.
Bucea en él. No te detengas.
Cuando sientas que mi cuerpo se contrae,
vuelve a mi boca para abrigarla.
Moldea mis hombros con la yema de tus dedos,
dibuja en mi espalda figuras silenciosas.
Sigue las curvas del camino hasta llegar al límite.
Qué tus manos se abran paso en el temblor de mis piernas.
Humedece mi piel con gotas de un mar lejano.
Deslízate a la orilla y quédate.
Cuando tu cuerpo forme parte del mío, muévete lento.
Quiero sentirte dentro, allí donde pueda cobijarte.
Estaré sobre ti.
Corre mi pelo con la brisa de tu aliento.
Coloca tus manos alrededor de mi cintura.
El misterio de mi cabellera ocultará parte de mis senos.
Mis dedos se hundirán en tus brazos.
Déjame mirarte.
Bajaré por tu barbilla intentando desgarrar tu piel.
Luego, te soltaré suave.
Respiraré y no.
Tu perfume estará cerca.
Cerraré los ojos y volveré a abrirlos.
Seguirás aquí. Nadie más, nada más.
El cuarto se habrá hundido, la feroz locura flotará entre los dos.
Mi sangre buscará tus venas.
Volveré a tu pecho.
Mi cuerpo desnudo se habrá llenado de ti.
Acércate.
Justo aquí donde tus ojos se confunden con los míos.
Gabriela